"No te rindas, aún estás a tiempo, de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, y retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo..." M. Benedetti


miércoles, 8 de febrero de 2012

Sosteniendo huellas


Somos un puñado de huellas. Huellas que dejamos. Huellas que nos dejan. Nos reconocemos por las huellas que forman la memoria. Nos reconocen los demás por las huellas que en ellos dejamos. Reconocemos a los demás por las huellas que en nosotros dejan. Sin esas huellas seríamos perfectamente desconocidos para nosotros mismos, seríamos unos perfectos desconocidos para los demás, y ellos serían desconocidos para nosotros. Llamamos memoria a esas huellas que resuenan.

Cuando un humano muere se lleva consigo una historia propia, y la historia de muchos más. El muerto sigue viviendo en la memoria de los que lo conocieron, y su huella se va desvaneciendo con el paso del tiempo, según mueren los conocidos. Finalmente, nadie recuerda a nadie.¡Pobre del que muere cuando ya no queda nadie de los que se recordaron entre sí! Gritará sin eco.
Formamos grupo por las huellas que compartimos. Compartimos genes, pero sobre todo, memoria y cultura. Ningún grupo tan humano como la familia, donde se comparten momentos (a veces secretos) que dejan huella. Esa huella infantil que forma el núcleo de lo que seremos y somos para toda la vida. Ecos de ternura inocente.
Ningún grupo como la tribu, familias relacionadas, espacios similares, historias compartidas, lazos genéticos y amistosos, a veces encuentros y otras veces desencuentros. Humanos unidos por una forma armónica de vibrar, por ecos compartidos.
La Humanidad no es más que una gran tribu, una tribu global con sus variaciones locales. Puesto que la Historia la escriben los poderosos, pareciera que son ellos sus protagonistas. Pero todos somos protagonistas, pues cada uno deja huella entre sus familiares y amigos y la Humanidad sigue su marcha cuando todos nos movemos. Todos dejamos huellas que se borran como las de los poderosos, por mucho que las de estos queden en letras de molde, o en obras de arte. Las huellas de los más son apenas ecos sonoros inaudibles por la distancia temporal y geográfica.
Los médicos dedicamos nuestra vida profesional a la recolección de huellas de los que sufren y mueren. ¿Qué otra cosa es ser médico sino dedicarte a escuchar con respeto a los demás? ¿No somos sepulcros de tantos miedos y temores como nos traen los pacientes, en la esperanza de consuelo? ¿Acaso no es nuestra escucha profesional sino un cuadrar la huella del caso y situación con las huellas de casos y situaciones previas? ¿No somos nosotros mismos poco más que ecos modulados por el conocimiento y las técnicas que dominamos? 


Nuestros pacientes narran vidas y nosotros las interpretamos, con la intención de ayudar...


-Parte extraída de un artículo publicado por J Gervás en Acta Sanitaria.


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